Con gorra en lugar de yelmo y con su serio semblante, andando en noche oscura, aquel caballero andante nos dio compañia y charla con su hablar harto elegante. Caminaba con Adidas y frisaba los sesenta. De Pedrouzo en la salida lo encontramos en la senda; la luna ya en su guarida... y él guardaba su linterna. Una mezcla entre Rajoy y don Karlos Arguiñano. Un Señor de los que hoy no sueles tener a mano. Apareció justo el día en que a Santiago llegamos. Me brindó su compañía mientras mis miedos oía, y me dió consejos sanos. Lo imagino allí en Palencia haciendo su caminata; preparando con paciencia su tortilla de patatas; y esperando lo releven, y por Allianz ya no vaya. Yo deseo que mi tocayo por Liébana o por Gijón sus pasos de nuevo azuze. Y mientras yo ya me callo, de nuevo alguna ocasión algún Camino nos cruce.
A Victoriano, del sector Seguros (poemas para jubilaciones)
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